En el día del padre.
César Peralta Recuerdo que de niño siempre acompañaba a mi mamá y a mi abuela a la iglesia en donde escuchaba sus pláticas acerca de dios y la religión, sin embargo era a mi abuela a la que yo le hacia preguntas acerca de lo que no entendía, muchas, muchas preguntas típicas de un niño, recuerdo que ella siempre tenía una respuesta para todo y casi siempre sin esperar a que terminara de responder yo ya estaba preguntando ¿pero porque? cuestionando la respuesta que me estaba dando, ella sin titubear y de manera muy amorosa casi siempre terminaba diciendo: “Hay cosas que no entendemos, pero para eso tienes que tener fe, nuestra religión les llama “dogma” y los dogmas solo los puedes entender con mucha fe…” yo amaba a mi abuela, pero sinceramente desde muy pequeño algunas de sus respuestas no tenían ningún sentido y no me dejaban satisfecho para nada.
Entonces un día comencé a preguntarle a mi papá,
un hombre que no frecuentaba la iglesia y que parecía lo suficientemente
inteligente como para responder a mis preguntas, siempre supe en donde
trabajaba y algunas veces lo visitaba en su oficina, también sabía que no le
gustaban los deportes y que cuando sus amigos lo invitaban a jugar cartas o dómino,
él prefería llegar tarde cuando el juego terminara y centrarse en lo que
siempre le ha gustado las conversaciones inteligentes acerca de la situación del
estado y del país u otros temas interesantes acompañados con un buen tequila. Un día siendo muy pequeño, me entere que mi papa era “masón” entonces me propuse investigar que hacían los masones y porque mi papa no me quería decir lo que hacían en este grupo cada lunes cuando se reunia con ellos – estamos hablando de un tiempo en el que el internet no era parte de nuestra vida diaria – entonces empecé a leer los libros que el leía y que eran parte de su biblioteca, muchos libros, entre ellos libros de metafísica, libros que hablaban del ser humano y su papel en el cosmos, libros de historia, libros de espiritismo, libros fascinantes. Entre más leía, más cerca de él me sentía y poco a poco fui descubriendo que no vivía yo con cualquier hombre, sino que yo vivía con un hombre que era diferente a los demás, interesado en las ideas, la ciencia, la educación, la historia, interesado en el establecimiento de un mundo en donde la ignorancia fuera vencida, tal y como cuando jugábamos “maratón” y nos sentíamos muy bien cuando la ignorancia iba perdiendo.
Recuerdo muchas de sus enseñanzas, la mayoría de ellas venían siempre en conversaciones casuales, muchas veces en el carro cuando platicábamos, recuerdo perfecto la primera vez que entendí las diferentes religiones y creencias. “Nadie tiene la verdad absoluta me dijo y quien diga que la tiene está mintiendo, ¿Cómo llega la gente al centro de la ciudad? - Me pregunto un día, no recuerdo mi respuesta pero recuerdo su mensaje – la gente llega manejando en sus coches, otros en bicicleta, otros toman el transporte público, otros caminan, todos van desde diferentes orígenes, desde diferentes colonias, pero todos, todos antes o después van a llegar a su destino, usando diferentes vehículos, usando diferentes medios de transporte, esos son las religiones: vehículos para llegar al mismo sitio, por eso no hay que pelearse y respetar el medio de transporte que la gente usa para llegar al mismo sitio”
Recuerdo un domingo que fuimos a la playa y mi mamá estaba muy preocupada porque no pudo ir a misa, recuerdo que mi padre calmadamente dijo: “No te preocupes Leti, estas en la playa con tus hijos, con tu familia aquí esta dios” Su respuesta vive en mi hasta hoy y cada momento que estoy sintiendo gratitud por estar rodeado de la gente que amo, de mi familia y amigos o solo pero disfrutando de lo que estoy haciendo, sus palabras vienen a mi mente “aquí esta dios”. Mi padre fue la balanza perfecta en mi crecimiento, de manera sutil puso la semilla del conocimiento en nuestras mentes, nos motivó a pensar de manera crítica y a analizar lo que sucedía a nuestro alrededor desde pequeños.
Dicen que uno generalmente estudia la carrera de sus padres, déjenme decirles que en mi caso así fue. Se preguntaran pero si tú no eres Médico, los que conocen a mi papá saben que él es médico de profesión, pero que en realidad su pasión siempre ha sido la salud pública y desde que tengo uso de razón siempre combino su amor por la docencia de la que recientemente se retiró con su trabajo en el servicio público, en la administración pública, en el gobierno. Crecí rodeado de servidores públicos, sus pláticas acerca del gobierno y de los programas sociales y de salud para los que mi padre trabajo toda su vida me motivaron a convertirme en abogado y más tarde a hacer una maestría en gobierno y asuntos públicos con la idea de servir a mi estado y a mi país desde el servicio público, convencido de que la política y las políticas públicas son las herramientas para trabajar por el establecimiento de una sociedad más justa y equitativa. La vida me trajo a Canadá y hoy me veo aquí trabajando en programas sociales de ayuda a los nuevos inmigrantes en el país.
De mi padre aprendí el valor de la honestidad, de la coherencia, del honor. “Lo único que les voy a heredar -siempre nos dijo- es su educación y que cuando la gente sepa quién es su padre ustedes nunca se sientan avergonzados y mantengan la frente en alto” Recuerdo que siendo adolescente comencé a cuestionarlo acerca del porque no teníamos una casa más grande, un mejor carro y hasta lo compare recuerdo con el padre de un amigo preguntándole que si como era posible que el que también trabajaba en el gobierno estaba invirtiendo y comprando propiedades, con una sonrisa me contesto: “Sabes que yo gano más que el papá de tu amigo, la única diferencia es que yo no soy un ratero” Me quede callado y lo admire más.
Mi padre nos ha inculcado a ser independientes, a no depender de nada, ni de nadie, ni siquiera de las tarjetas de crédito (en esta última, he aprendido la lección por cuenta propia y hoy le doy toda la razón), nos ha enseñado a luchar por nuestros ideales y sueños, a no sentirnos menos ni más que nadie, nos ha enseñado a valorar a la familia y los amigos como el gran tesoro que un ser humano puede tener.
Mi papá es un hombre con virtudes y con defectos como cualquier ser humano, pero su poder reside en la coherencia con la que ha manejado su vida, una vida modesta pero digna en la que lo material nunca ha sido su prioridad. Hoy mi padre está retirado y se dedica a lo que más le gusta y lo que más le gusta es vernos felices, independientes y siguiendo nuestros sueños. Nada me da más gusto que leer sus opiniones y reflexiones en Facebook, en donde su estilo crítico y a veces sarcástico me hace recordar cada día porque lo admiro tanto.
Yo sé que todos pensamos que tenemos el mejor papá del mundo, yo no solo lo pienso, lo creo y sé que yo soy un producto de sus enseñanzas y su ejemplo. Leticia, Gabriela, Rodolfo, Fátima y yo tenemos mucho que agradecerle y mucho que seguir aprendiendo de este gran hombre. Sirva esta nota para homenajear al Doctor, al Maestro, al Profesor, al Servidor Público, al cuñado, al tío, al esposo, al hermano, al amigo, al abuelo, al mejor padre: Alfonso Peralta Salomón. ¡Feliz día del padre!
TE
AMO.
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