2012: Todo pasa...
César Peralta.
Desde las primeras horas, este año pintaba para ser complicado, los primeros meses fueron intensos y llenos de altibajos, algo que se estaba gestando desde tiempo atrás, estaba a punto de terminar y así fue. La tristeza y la depresión fueron una constante. Es aquí en donde empieza la historia que quiero compartir, en esos momentos de soledad lo que necesitaba mi corazón era ir a casa y dejarme querer y consentir por el amor incondicional de mi familia y amigos cercanos. Entonces visite mi querido México y tras el inolvidable abrazo de bienvenida de mi hermana y de una gran amiga en el aeropuerto mi corazón sabía que estaba en el lugar adecuado.
Mi primera actividad en tierra azteca fue visitar a mi madre celestial, la Reyna de México. Mi corazón palpitaba de alegría y emoción al visitar la Basílica después de cinco años de ausencia. Entonces me senté en una de las bancas entre los cientos de visitantes, ahí estuve por horas, sentado conmigo mismo haciendo un recuento de lo vivido, un inventario de lo sucedido en los últimos cinco años de mi vida. Ahí sentado sentí dolor, tristeza, nostalgia y arrepentimiento que se convertían en lágrimas, lágrimas que me estaban sanando, lágrimas que disfrutaba, porque venían acompañadas de una paz indescriptible, de una paz sanadora, de una paz maternal que me decía en silencio todo va a estar bien.
Ahí sentado también agradecí todo lo vivido tanto las buenas como las malas experiencias, agradecí las bendiciones en mi vida, mi salud, mis amigos, mi familia, mi trabajo, mi vida. Ahí sentado renové mi fe y mi compromiso para ser un hombre de bien y actuar en concordancia. Ahí me renové y salí de ese recinto ligero, casi flotando y con una sonrisa en mi rostro, un rostro que no era el mismo, esta vez brillaba de plenitud por sentirme en paz y decidido a retomar el camino de la verdad, que no es otro que el camino del amor. Después de esa mañana la paz llego a mi ó yo llegue a la paz, ó la paz y yo nos reencontramos, ó la paz simplemente me dijo aquí estoy nunca me he ido solo que estabas distraído, entonces la paz y yo hicimos las paces.
Fue un viaje inolvidable disfrute cada momento, cada palabra, cada risa compartida con grandes amigas y amigos que tenía ya un buen tiempo de no ver, cada momento estaba lleno de amor y de una alegría que no puedo describir. Visite mi Universidad Nacional Autónoma de México, disfrute las calles del Centro Histórico y sus edificios, pero sobre todo observe a mi gente, a mi pueblo que sigue encontrando en cada momento aun en los más difíciles la parte divertida. ¡Como somos ocurrentes los mexicanos, como nos reímos de nosotros mismos y como disfrutamos la vida ó al menos lo intentamos!
Regresar a mi casa en Tabasco fue una de las experiencias más reconfortantes del viaje. Nada había cambiado mucho, las calles, el clima, mi colonia, mi casa, todo estaba igual. Disfrute muchísimo cada día, a mi madre, padre, hermanos, tíos, primos y a mis entrañables amigos. Eso era exactamente lo que yo necesitaba una fuerte carga de amor. Y cargado del amor recibido en Tabasco pase unos días inolvidables con mi familia en Tulum y luego con amigos en Playa del Carmen.
A Toronto regrese dispuesto a hacer todo lo que estuviera en mis manos para vivir feliz. Después de cuatro meses regrese a la casa que llamaba hogar lleno de ilusiones, completo y feliz, sin embargo esa felicidad solo duraría unos cuantos días. El Universo tenía preparada para mí una gran lección, la de entender que nuestra felicidad no debe estar basada en nadie más, en el apego a alguien ó a algo, sino basada en el amor a nosotros mismos, entendí que nadie necesita de nadie para ser feliz y que para compartir felicidad y amor necesitamos primero amarnos mucho y ser felices nosotros mismos. Entender esto me dolió, aunque en teoria ya lo sabia. Una noche me canse de pensar y de tratar de entender, me canse de sufrir y recordé que yo había confiado mi vida a la voluntad de Dios y que a esa voluntad me rendiría.
Disfrute entonces de los días soleados de verano en la playa cada fin de semana y ahí los lazos de amistad con mis amigos se fortalecieron y amigos nuevos llegaron a mi vida. Sentí lo que es estar apoyado en los momentos más difíciles y lo bien que se siente dar todo cuando alguien necesita de tu compañia y tu necesitas de ella. Fue ahí en donde una nueva historia se empezaría a escribir. Viví buenos tiempos en donde compartí con otros corazones rotos momentos inolvidables. En el otoño me inscribí a clases de pintura, trabaje con más ganas y entonces los momentos felices se fueron multiplicando.
Regresar a casa me fortaleció, sin embargo no fue México, fui yo quien desde el primer día de ese viaje decidio perdonar, perdonarme, valorar todo lo que está a mi alrededor y amarme intensamente lo que me dio la fuerza para continuar. Hoy valoro mi vida como nunca antes y agradezco cada momento vivido, porque hoy se que nada de lo que tenemos es permanente y todo puede cambiar en un instante para bien o para mal, está en nosotros encontrar el significado y el aprendizaje a estos cambios repentinos. Todo pasa, todo, todo y eso es para mí lo que aprendí en el 2012, un año que estará siempre en mi mente como uno de los años más importantes de mi vida. Con esta nota quiero decirles a todas y todos los que forman y formaron parte de mi vida durante este año, muchas gracias, valoro su presencia en mi vida y los amo. Mi deseo más grande es que seamos felices. ¡Que así sea! ¡Feliz año 2013!
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