La fecha de llegada.
César Peralta
¿Cuándo llego usted a Canadá? es una de las preguntas obligadas que hago a mis clientes cada día. La respuesta de casi todos ellos viene en automático, sin pensar, sin dudar, sin ni siquiera hacer un esfuerzo para recordar. La fecha de llegada al nuevo país es para todo inmigrante un día inolvidable, un día que quedara marcado para siempre no solo en el pasaporte, también en la mente y el corazón. La fecha de llegada es el principio de una etapa que hasta ese momento no se conoce y como todo lo desconocido produce ansiedad, tal vez un poco de miedo. Al mismo tiempo la página blanca del nuevo capítulo es el comienzo de una jornada que sin duda tiene una fuerte carga de alegría, esperanza y fe.
Todas y todos los que dejamos nuestros países para vivir en otro sabemos esto. Son muchos los sentimientos que se viven antes, durante y después de la llegada. Con mayor o menor intensidad todo aquel que emigra es de por si diferente, la decisión de dejar lo poco o lo mucho que se tiene para empezar de cero en un país que no es el tuyo requiere de valentía y determinación. Valentía y determinación que te deberán acompañar por el resto de tus días si quieres superar los retos y obstáculos que la vida tiene para ti.
La fecha de llegada es el inicio de una de las jornadas más intensas que un ser humano puede vivir, una jornada de aprendizaje y descubrimiento, de constantes cambios y retos que nos transforman y nos invitan a reflexionar acerca de lo que es realmente importante en la vida. Llegamos a otro país para aprender que la felicidad no depende del lugar en donde estemos, para comprender que no podemos vivir añorando el pasado, sino abrazando nuestro nuevo presente. Un nuevo presente que se forma de momentos y que cambia constantemente. Llegamos a otro país a tomar un curso intensivo de humildad y a deshacernos de la mentalidad mediocre que etiqueta y cataloga a las personas por lo que hacen o tienen y no por lo que son. Llegamos a otro país para valorar a la familia que dejamos y a mantener con ellos una conexión más intensa y verdadera. Llegamos a otro país para valorar a los amigos que viven lejos y para hacer de los nuevos nuestra familia. Llegamos aquí para aprender que no importa de dónde vengamos, el idioma que hablemos o el color de nuestra piel, todos estamos en una búsqueda constante de felicidad y amor. Llegamos de lejos para valorar y amar más el país que dejamos y comprometernos a luchar por el establecimiento de mejores condiciones para nuestro pueblo. Llegamos de todas partes para abrazar la ciudad en la que vivimos y enamorarnos del país que nos dio la bienvenida y hacerlo nuestro.
¿Cómo ha sido este tiempo para ti? Es otra de las preguntas que me gusta hacer, la hago para escuchar historias de vida que van más allá de las palabras, para alegrarme y celebrar historias de éxito, recordar el valor de la inocencia y la esperanza y dar una palabra de aliento a aquellos que al escuchar la pregunta cambian la mirada, una mirada que grita en silencio el hartazgo de intentar y de conseguir poco, de tocar muchas puertas y no recibir respuesta, de vivir con poco y trabajar en “algo” para pagar las cuentas, de sentir el rechazo y la frustración de no poder expresar lo que se quiere cuando se tienen muchas cosas que decir. Es duro abrir el corazón y hablar de lo que se vive, por eso cuando alguien habla escucho con atención, así se sana un poco la herida, se comparte y se atenúa el dolor y cualquier cosa que diga para tratar de ayudar, me la estoy diciendo a mi también.
Sin embargo, de eso se trata la vida, de eso se trata esta aventura, de nosotros depende darle sentido, aprender, crecer y disfrutar cada momento o clavarnos en una constante lamentación y frustración y vivir una vida miserable e infeliz.
Hoy, hace exactamente cinco años llegue a Toronto, Canadá, ciudad a la que hoy llamo casa. Recuerdo el día que llegue como si fuera ayer. Si pudiera describir a que sabe ese día podría decir que sabe a ilusión, a sueños, me sabe a inocencia, a esperanza, me sabe a gratitud, a alegría, a felicidad, me sabe a disposición y entrega, me sabe a rendición y fe, me sabe a amor, a mucho amor. En cinco años he intentado, he logrado, he caído y me he levantado, he aprendido, he conocido, he descubierto, he experimentado, he fallado, he llorado, he reído, he vivido y he vivido intensamente. Gracias a todas y todos los que han formado parte de esta jornada. Estoy profundamente agradecido con la vida y no cambiaría nada de lo vivido, porque gracias a todo eso soy quien soy cinco años después…
Gracias César por compartirnos.
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