Los ilusionados.
César Peralta
Según el diccionario de la Real Academia Española la ilusión es el “concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.” La Real Academia la define también como la “esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”. La última nota del 2011 está dedicada precisamente a los peatones ilusionados.
Todo lo que vemos pasa por un filtro que nos hace interpretar la realidad de acuerdo a nuestras propias experiencias de vida. Lo aprendido en la escuela, en nuestras relaciones y dinámicas familiares, lo que nos han dicho en la iglesia, la cultura e ideología política en la que crecimos, nuestra posición social y económica, los traumas del pasado, los libros que hemos leído y todo los mensajes que hemos recibido de los medios masivos de comunicación (televisión, películas, revistas, anuncios, periódicos, internet, etc.) influyen directamente en nuestra forma de ver la vida y sus situaciones.
En este contexto, todos o la gran mayoría de los peatones vivimos “ilusionados”, unos más que otros pero al fin y al cabo “ilusionados”, en el entendido de que es nuestra imaginación y el engaño constante a nuestros sentidos lo que nos hace actuar y tomar decisiones basados en la esperanza de que suceda algo que nos parece especialmente atractivo. Lo que nos motiva a tener una ilusión puede ser tan variado como nosotros mismos, lo que ilusiona a una persona no tiene por qué ilusionar a otra.
Lo que sí es un hecho es que esto que nos parece atractivo y nos ilusiona está íntimamente relacionado a nuestra búsqueda constante de la felicidad y el amor. Este deseo es genuino, es parte de nuestra naturaleza humana querer ser felices y amados. Sin embargo, el sistema ha corrompido el concepto de la felicidad presentándola como algo que existe fuera de nosotros y que tenemos que alcanzar, nos ha creado la urgente necesidad de llenar un espacio que nos han dicho esta vacio y que tenemos que llenar por medio del éxito material, la busqueda del poder, el reconocimiento, la aceptación social, el amor, el sexo, etc.
En esta dinámica, el peatón “ilusionado” puede llegar a convertirse por juego o por profesión en un “ilusionista” y manejar el arte de “ilusionar” a los demás mediante actos que parecen reales con el único objetivo de obtener lo que quiere, utilizando todo su encanto y habilidades para obtener de los “ilusionados” lo que desea. Los hay de todos los tipos desde los ilusionistas amorosos hasta los que llegan a ser presidentes de un país.
Vivimos en una “ilusión” y la única manera de salir de la ilusión y empezar a vivir una vida plena es reconocer lo que es real y para reconocer lo que es real no necesitamos más que mirar hacia adentro y darnos cuenta de que no necesitamos llenar nada, de que estamos completamente llenos y que la felicidad, el amor y la paz han estado, están y estarán siempre presentes porque simplemente somos todo eso y más.
César Peralta
Según el diccionario de la Real Academia Española la ilusión es el “concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.” La Real Academia la define también como la “esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”. La última nota del 2011 está dedicada precisamente a los peatones ilusionados.
Todo lo que vemos pasa por un filtro que nos hace interpretar la realidad de acuerdo a nuestras propias experiencias de vida. Lo aprendido en la escuela, en nuestras relaciones y dinámicas familiares, lo que nos han dicho en la iglesia, la cultura e ideología política en la que crecimos, nuestra posición social y económica, los traumas del pasado, los libros que hemos leído y todo los mensajes que hemos recibido de los medios masivos de comunicación (televisión, películas, revistas, anuncios, periódicos, internet, etc.) influyen directamente en nuestra forma de ver la vida y sus situaciones.
En este contexto, todos o la gran mayoría de los peatones vivimos “ilusionados”, unos más que otros pero al fin y al cabo “ilusionados”, en el entendido de que es nuestra imaginación y el engaño constante a nuestros sentidos lo que nos hace actuar y tomar decisiones basados en la esperanza de que suceda algo que nos parece especialmente atractivo. Lo que nos motiva a tener una ilusión puede ser tan variado como nosotros mismos, lo que ilusiona a una persona no tiene por qué ilusionar a otra.
Lo que sí es un hecho es que esto que nos parece atractivo y nos ilusiona está íntimamente relacionado a nuestra búsqueda constante de la felicidad y el amor. Este deseo es genuino, es parte de nuestra naturaleza humana querer ser felices y amados. Sin embargo, el sistema ha corrompido el concepto de la felicidad presentándola como algo que existe fuera de nosotros y que tenemos que alcanzar, nos ha creado la urgente necesidad de llenar un espacio que nos han dicho esta vacio y que tenemos que llenar por medio del éxito material, la busqueda del poder, el reconocimiento, la aceptación social, el amor, el sexo, etc.
En esta dinámica, el peatón “ilusionado” puede llegar a convertirse por juego o por profesión en un “ilusionista” y manejar el arte de “ilusionar” a los demás mediante actos que parecen reales con el único objetivo de obtener lo que quiere, utilizando todo su encanto y habilidades para obtener de los “ilusionados” lo que desea. Los hay de todos los tipos desde los ilusionistas amorosos hasta los que llegan a ser presidentes de un país.
Vivimos en una “ilusión” y la única manera de salir de la ilusión y empezar a vivir una vida plena es reconocer lo que es real y para reconocer lo que es real no necesitamos más que mirar hacia adentro y darnos cuenta de que no necesitamos llenar nada, de que estamos completamente llenos y que la felicidad, el amor y la paz han estado, están y estarán siempre presentes porque simplemente somos todo eso y más.
Cuando descubrimos la grandeza de nuestra naturaleza rompemos con toda esa programación mental que nos impide ver la realidad, desechamos todos esos miedos, ideas, juicios y traumas que nos limitan a vivir una vida plena y feliz y nos volvemos seres humanos conscientes, agradecidos, sabios y compasivos. Nos hacemos conscientes de nuestro papel en el mundo y nos interesamos por estar bien informados acerca de las decisiones que afectan a nuestra comunidad, leemos y nos preparamos para no dejarnos ilusionar facilmente y nos convertimos en seres humanos auténticos y criticos capaces de tomar las mejores decisiones para nuestro bien, el de nuestra comunidad y el mundo.
Mi deseo para este 2012, un año que será de decisiones importantes es que rompamos con la “ilusión” y vivamos la vida como la queremos vivir, tomemos decisiones informadas, razonadas y sobre todo libres del engaño y la manipulación de los “ilusionistas”, tomemos las riendas de nuestra vida, soñemos y soñemos en grande, que los deseos se vuelven realidad. ¡Feliz año 2012!
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